jueves, 13 de noviembre de 2014

El náufrago en la ciudad





Aun no tengo una excusa para llamarte a deshoras con un tono de náufrago a la deriva. Para contarte que  sé yo, qué sigo existiendo que odio el primer café de la máquina que extraño con calma tu risa guardo un bolero de un viaje del lugar donde nací que son las 3 de mañana, que me interrumpió el desayuno el vuelo un B-52.
Que deje  anotado mi número en una hoja de aquel árbol donde te detuviste a esconderte del sol. 

Aquella maldita tarde de verano.
 Contarte por ejemplo, que murmureo un “llámame  hoy”. Desde hace un año.
 Que he juntado “no se” de una extraña, que he robado besos.
Que hoy  pinche con la  cajera, al pedir el desayuno.
Que los míos están bien, pero los echo de menos.
Que  salgo sin rumbo pero llego tarde  aunque nadie me espera.
Que rompo la armonía, 6 vece al día.
Que los beso que no se dan  pesan más en los bolsillos






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