Un pequeño bosque dentro de una gran ciudad
La guardia armada de los pájaros eran los
custodios de dicho lugar, el frio se pierde
cuando entras, mis pies descalzó sentían el suelo húmedo.
Escuche llorar a la tierra, la cual me hablo, tan suave como
el silencio del latido de un corazón roto.
Los tambores sonaron cuando ingrese, aquel olor a tranquilidad no podría describirlo.
Me senté solo dos segundos y sentí que una parte muy rota de
mí, se armó.
Dicen que cuando encuentras tu lugar así, no deseas ir a
otro.
El pánico decía, “que
jamás tomes nada de ese lugar tranquilo,
porque jamás volverás”.
En cambio el oráculo, dijo. “toma algo pequeño casi
insignificante, para cuando el mundo te haga perder el rumbo, tengas un lugar donde
poder volver”
Quede paralizado, en mi encrucijada, luego llego el
silencio. Que hace tanto ruido a las 4
de la madrugada, me fui con las manos vacías
y me retire en silencio, casi inexistente,
aquel bosque tenía tanta luz y tanto que hablar, que espero en otra
noche helada refugiarme.