lunes, 21 de septiembre de 2015

Prólogo



Las puertas de la biblioteca crujían, se podía saber cuándo alguien entraba con prisa.
Ella entro lento tan lento que casi, no se escuchó ruido alguno, su entrada fue delatada por la fría corriente de aire que fue como un grito de muerte.

La bibliotecaria la observó y le pidió que se registrara.

Dijo su nombre bajito tanto que ni me percate, mientras se registraba la Bibliotecaria le hablo del ladrón de lápices, ella sonrió, se retiró en silencio del mostrador.
- Olía a océano, peces de cuidad, alturas y arándanos.
Ella pido un té con miel, luego camino sin prisa alguna subió la escalera y la perdí de vista.
Pero ella no a mí.


Desde el tercer piso se podía tener una vista panorámica al piso inferior.
Me observó levemente, lo sentía creme, sentía esa sensación de laboratorio.
Nos Dieron las 8 de la noche, la onceaba campanada lo índico por penúltima vez.
La biblioteca en minutos estaba vacía la bibliotecaria lo sabía. Hoy no se registró robo alguno, el ladrón de lápices no volvió hoy.


Eran las ocho quince, cuando se escuchó el grito sin voz. Era ella, la bibliotecaria subió rápidamente y le pregunto, Que sucedía ella dijo: no se creó que a este libro le han arrancado las hojas, la bibliotecaria se percató que faltaba hojas del 345 hasta la pág. 367.
Era un libro sobre alquimia y trasmutación recuerdo una inscripción en latín en la tapa.
Cuando nos retiramos ella pregunto ¿no probaste tu café debe estar helado?
Conteste sin antera mi todo de voz: si, me gusta frio.
Me digo: adiós chico física cuántica, susurre: Adiós Alquimista y ella solo sonrió.

domingo, 6 de septiembre de 2015

NanoSegundos


Los que se lanzan al precipicio, al menos tuvieron el placer de saborear algo único,

Tan intenso que nadie podrá explicártelo jamás. Pero también después de ese momento tan intenso se dieron contra el piso.


Se estrellan como un avión en plena tormenta perdió su torre de control,

Pero el hecho que realmente importa es que: que no ganaron nada. Porque la a puesta era “El doble o nada”. Llegando a este punto créeme saborean algo único.

Se guarda para toda la vida.


Volar aunque sea solo por unos nanosegundos, uno tiene el placer de volar, si dije “volar”.

Y si volar es “volar” al final nadie jamás pregunto si ¿sabes aterrizar?

Los faros de Galicia



Dime a mí "¿qué hace un gallego en Cádiz?" Mejor Dime, que hago en la puerta de tu edificio fumando, Los faros de Galicia, orientas los buques petroleros de una muerte segura, Tu oscuridad palpitante, resuena como un temblor al iniciar. Las melodías sonaban en tu ascensor, cuando lloras a escondidas, Se escucha de fondo los pasos de alguien que nunca llega. Se ha tomado más de media vida en llega.



Apenas recuerdo tu risa. Has roto mi baraja, tengo el pasaporte vencido. Un as de pica en brazo izquierdo que solo me recuerda tu nombre,

Recuerdo que de dos por tres es bueno, mirarse a los ojos.
Extraño tu olor a desayuno apurado y peces de ciudad.


No sé cómo huir, de todo esto.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Números Cardinales.



Números cardinales:

Como lo anunciaba la araña que colgaba aquella noche “Una importante parte del calendario se perderá “Agosto, Quien ya hace muerto boca abajo. Llueve en Sevilla.
Otro minuto de silencio que guardare en mis bolsillos la orquesta filarmónica que tocaba “el primer soneto de septiembre”
De luto contaba aquella historia.
Aquella noche fue la más larga de mi vida.

martes, 1 de septiembre de 2015

Ciudadelas






La biblioteca, la bibliotecaria estaba ahí, ahí, si ahí, Observado los pasillos vacíos, me sonrió esta vez. Esquivé esa sonrisa como si fueran una bala, desde tu ventana se puede ver parte de la ciudad, pero no mi casa. Puedes gritarme tan fuerte que el mismo cimiento de mi vida tiemble. Pero el de deber buen juglar. Los peces de ciudad como nosotros nadan mar adentro. La ciudad, si, esta maldita ciudad, que nos acopla en cada vagón de metro, mil putas personas ahí, Y tú a solos metros, separados por otro mar de gente nauseabunda. Tus ojos, quietos pero atentos, buscando una salida pero no del metro. Media noche. Si, media noche, imagínate solo en media noche, No necesito decirte, que me detuvo para hablarte, para recordar tu voz, en estas malditas noches, tus manos me rosaron y tirite. La bibliotecaria me volvió a mirar diciendo: “llevas dos horas con el mismo libro”, el mismo café ya frio, un lápiz que no escribe, escuchando la misma canción y ella sigue ahí, en aquel edificio ¿Cuál es la sorpresas? Le conteste, lento pero atento como tus ojos: “hay lugares de Santiago donde las sorpresas no están permitidas”.

El Primer Inicio

Entre libros y apuntes inicio el fin del verano, medio en serio la mochila tomo un peso diferente. La cocina me saluda. Los olores t...