Ella entro lento tan lento que casi, no se escuchó ruido alguno, su entrada fue delatada por la fría corriente de aire que fue como un grito de muerte.
La bibliotecaria la observó y le pidió que se registrara.
Dijo su nombre bajito tanto que ni me percate, mientras se registraba la Bibliotecaria le hablo del ladrón de lápices, ella sonrió, se retiró en silencio del mostrador.
- Olía a océano, peces de cuidad, alturas y arándanos.
Ella pido un té con miel, luego camino sin prisa alguna subió la escalera y la perdí de vista.
Pero ella no a mí.
Desde el tercer piso se podía tener una vista panorámica al piso inferior.
Me observó levemente, lo sentía creme, sentía esa sensación de laboratorio.
Nos Dieron las 8 de la noche, la onceaba campanada lo índico por penúltima vez.
La biblioteca en minutos estaba vacía la bibliotecaria lo sabía. Hoy no se registró robo alguno, el ladrón de lápices no volvió hoy.
Eran las ocho quince, cuando se escuchó el grito sin voz. Era ella, la bibliotecaria subió rápidamente y le pregunto, Que sucedía ella dijo: no se creó que a este libro le han arrancado las hojas, la bibliotecaria se percató que faltaba hojas del 345 hasta la pág. 367.
Era un libro sobre alquimia y trasmutación recuerdo una inscripción en latín en la tapa.
Cuando nos retiramos ella pregunto ¿no probaste tu café debe estar helado?
Conteste sin antera mi todo de voz: si, me gusta frio.
Me digo: adiós chico física cuántica, susurre: Adiós Alquimista y ella solo sonrió.